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Todas las noches dejo, al borde de la tibieza,
una ciudad que habito entre sombras.
Repaso sus calles por última vez, con los ojos cerrados,
y vuelvo a caminar sus esquinas con el afán
de atrapar sus penúltimas imágenes,
sus colores tenues, sus caras sin nombre...
Todas las noches habito y deshabito esa ciudad
donde me pierdo sin excusas,
sin poder explicar sus construcciones,
sin saber cómo llega mi alma de un punto cardinal
a otro que me invade
Cuando abro los ojos y la mañana se derrama en mis sienes
cuando cada templo de certeza se derrumba y me muestra
los esqueletos blancos de los miedos,
las manos púrpuras y húmedas de los deseos,
las caricias sin nombres,
las lágrimas sin rostro,
cuando abandono esas calles sin dueño 
siento que dejo atrás una comarca que lleva el nombre
de todo lo que imprime el tiempo
como guardianes transparentes de todo lo que en la luz,
no pudimos dar palabra
Más de ciento veinte años han pasado y aún hay gente que no cree
en el valor implícito de los sueños







Algunos vestigios de luz se advierten a veces
como los restos de una estrella muerta,
de la que seguimos viendo su cuerpo azul
en el tiempo
La distancia que te separa
de la boca del deseo
es el sello
del espacio que se confirma en tu cuerpo,
y desear con la falta
hace que lo real
no sea lo que existe sino lo que más extrañamos


Cuando se empiezan a habitar los vacíos,
cuando los huecos penetran el paisaje
hasta dominar la escena
la verdad que domina tu mundo
es la plenitud de ese vacío,
y donde el último rasgo de cordura
puede parecerte un abismo

No se puede inventar el desierto con el recuerdo de la arena

El sólo desliz de una caricia en el vacío de las dunas
te obligará a mirar el sol de frente
y todo aquello por lo que dolemos
dibuja las distancias mudas
que seguirán mordiéndote el recuerdo
como una herida abierta

Cual es la salida?

Cada minuto.

Cualquiera de ellos que te enseña
la puerta abierta a la tormenta

Y ese viento, feroz
que te atraviesa
Hay días donde el viento 
es una herida abierta con sus dedos inútiles:
ninguna fuerza consigue llevarme hasta la orilla
y yo, no veo más que horizontes
Algo se lleva y algo me trae
el secreto esplendor donde un pájaro
me miró de frente 
y me llamó su amiga, diciéndome:
"tu sangre tiene la entidad de la poesía"
No me pidas entonces, 
que no escuche esta canción con brillo de quimera:
no me alcanzará la distancia de este desierto
para inventarme la arena,
porque son mis manos
las que llevan el candil iluminando los caminos,
son mis manos las que guardan el mapa del tesoro
Yo sé que soy la responsable de este caos:
y es que yo,
solamente yo,
escuché decir en lo oscuro
la palabra luz






                                                                                     "He despertado en el ojo del ciclón:
                                                                                     cuento millones de agujeros en el alma"
                                                                                                   (Silvio Rodríguez)


¿Fue la lluvia que caía, emperatriz de una mañana
mientras descubría lo que no tenía nombre?
¿Fue la palma leve de mi lengua
perforando un recuerdo fugitivo en la memoria?
¿Fue un espacio donde no se puede dar palabra 
a lo que se derrama desde los sentidos?
 Inútil siempre el intento categórico
de ordenar lo que no tiene orden,
el desolado esfuerzo al no entender el estatuto del caos;
hagas lo que hagas y como te adornes 
y por mas empeño que se ponga
nunca valdrá el gesto del amor rubricado
lo que una chispa del fuego
Prófugos de una posibilidad que ya no existe,
pero vuelve a prometerse,
mientras comienza y termina y recomienza,
y se aprende en la piel, lo que se leyó en los libros
No alcanza la orfandad de lo que creemos que elegimos
para tocarle el alma al deseo,
esa impúdica belleza que nos empuja a los confines
No podemos seducir más que cuando algo
muy antiguo nos asalta,
nos conquista desde el hoy y nos desnuda
y tenemos entonces algo para decir
El deseo es un refugio,
un escondite de dos a la vista de todos
a plena luz del sol,
pero que sólo puede darle descanso 
a los que se refugian del mundo, 
del tiempo imperdonable de la historia,
de las heridas que sin embargo,
son la llave para esa desnudez que se entrega,
que se construye y nace como la flor en el barro
No hay más erotismo que dos que se intuyen
levantando ciudades,
mientras, en silencio saben,
 que sólo son dueños de esa noche 
Tengo el secreto de un pájaro desguarecido de tormentas,
de las alas que supieron atravesar el ojo del ciclón
y los millones de agujeros en el alma
Ahora,
a plena luz del sol,
sabemos dónde nos esconderemos siempre



Adoro tu cara de muñeca antigua cuando mirás lejos
un punto que se pierde en tu ojos de clepsidra
Amo tu risa empotrada contra los muros del día,
como conjuro que persiste ante los contratiempos.
A veces me enojo con tu porfía:
cuando te negas a ser la asesina de algunas ilusiones, 
o rechazas de lleno ser la verdugo
de primaveras cálidas en sus albores
Estás, siempre estás 
ahí,
al borde del abismo con tu presencia de colores
con tus manos crispadas para amortiguar el salto
mientras sacudís tu cabeza roja diciéndome
"no era volar, te lo advertí...pero se le parece tanto"
Qué más da entonces el momento del fin
cuando se agotan los interminables segundos
 que pudieron ser días, semanas, meses, la vida...
Estás, siempre estás,
no sabés de renuncias cobardes
ni de banderas a media asta
ni de conquistas que presuman de exhibirse en la plaza
sos el prisma que refleja luz
cuando se unen los colores.
Estás, 
y en este mundo de renuncias vacías, 
de atropellos crueles y absurdos,
de rasgarse el alma por tener,
de perder el momento por exhibir la imagen
no sé si hay algo
que tenga más valor que eso: estar, alma mía
      Ser, estar,
                          que no es parecer, ni semejar
               






                                                              "El ruiseñor se niega a anidar en la jaula, para que la
                                                              esclavitud no sea el destino de su cría.” Khalil Gibran.                 


Dijo que no, lo pensó fantasía 
y entonces la vida siguió su curso.
Acomodó los zapatos su placard limpió los espejos,
puso en orden el secreto mundo de reflejos
que desde su silencio invadían los manteles
y siguió, todo siguió el camino de los acertijos
 Dijo no, prefiero mantenerme a salvo,
dejó a un costado los cuchillos que cortarían 
los trazos de su linaje y se dedicó a lustrar
orgullosamente sus cadenas de aire
Ordenó deseos, les puso nombre,
se adjudicó los sueños rotos de otros
y con sus pedazos levantó sus paredes:
así será, determinó sin pensarlo,
golpeándose el pecho con el cínico orgullo
de los llamados amores eternos
No imaginó
que algunas mujeres y otros hombres
tienen la osadía
de vivir la única vida que se les da
y entonces 
deseó lo que le contaron

Los días se quedan sin tiempo mientras la vida hace esas pausas
Cuando abrió de nuevo los ojos
lloró con torpeza las mañana perdidas,
en su madriguera de invierno sintió que tal vez,
no hubieses sido necesario tanto
pero estaba allí, pensando que eso era la vida,
que así lucía y sangraba el amor,
y los perros ladrando en el sótano
y mordiendo sus talones se volvieron cotidianos
El tiempo fue inaugurando sus máscaras,
pasaron los otoños, los inviernos,
y supo entonces que el pecho 
no da respiro sin sobresaltos

Hay que tener cuidado con las ofertas,
con las cuentas saldadas,
con los buenos partidos:
nunca se sabe cuanto va a cobrarnos la mesura
para escuchar nuestro silencio
             al cerrar los labios 






El día que nací el rojo me dió su signo:
me tomó las manos, me dió su bienvenida
en la hoguera de su destino.
Me dijo "Bienvenida, te estábamos esperando;
no les creas si te ven negra"
Yo nací en color rojo,
era roja la ventana, la calle que atravesó mi madre
el cielo que amanecía y el sol de ese día 20
Yo nací roja, 
como una terca manzana, como el globo de mi hijo,
como el clavel que adorna al hombre
que busca matar el toro.
Roja como las bocas teñidas
con las moras de mi infancia
Roja como la flor de una bulería,
como el fuego sagrado,
como la sangre del guerrillero
con el corazón a la izquierda,
como el rojo de Federico contra el paredón quebrado
roja como las bocas que se prometen el oro
como la pasionaria, el cardenal y la esperanza,
la bandera de los obstinados,
la estrella de Guevara
Roja roja roja
(Mi madre lo advirtió...
y no pudo hacer nada!)


Todas las noches dejo, al borde de la tibieza, una ciudad que habito entre sombras. Repaso sus calles por última vez, con los ojos cerrado...