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Nocturna, la flor abre su corona y seduce
desde el rocío de la noche, las pestañas de tus ojos.
Ambas se parecen, se miran, 
como se miran los dos bordes enfrentados de una herida,
ajenos y actores del mismo milagro
Dónde se pone esa belleza poderosa, efímera,
que dejan dos cuerpos que vuelan y vuelven,
que se van y se quedan?
Que se los arroja a la muerte y regresan
como si emergieran de un pueblo fantasma de besos?
Qué nombre recibe la permanente ausencia que rueda
sobre tus mañanas de gorrión
y las transforma en presencia?
Cómo llamamos al enorme desamparo de unos ojos
que sabemos que jamás podrán ver cómo late nuestra sangre?
Dónde se protege la intemperie de una soledad en compañía?
Silencios que se rompen como plata de luna llena
y en el fondo del silencio el eco de una voz,
que se esconde tras el ruido de lo que no expresa:
No hay arrullo de gorriones que la acunen,
no hay pétalos que cubran el suelo de esa pena
no hay salida, no hay ventana, no hay laderas
por las que echar a rodar la decepción feroz
que intercambia las prendas de una condena
Enterate corazón:
   Ser vulnerable, a veces, te fortalece



Todas las noches dejo, al borde de la tibieza, una ciudad que habito entre sombras. Repaso sus calles por última vez, con los ojos cerrado...