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     "El viento abre una herida en la noche. Ahí los pájaros hacen sus nidos"
           (Jorge Curinao)


Mi padre tenía los ojos 
como un mar solitario.
Nunca supe qué naufragio se debatía 
entre su pasión y su miedo,
entre su ternura y su ira
A veces sus gestos de amor tenían el filo
de un cristal de Bohemia,
y en los océanos de silencio en donde
se perdía
no había proa por donde subir a ayudarlo
ni mascarón por donde reconocerlo
Yo quería ocultarme en sus bolsillos 
como caramelos,
ser descubierta como tesoros,
capaz de responder sus abrazos torpes 
como si no desconfiara,
ser la responsable de que se anime a una ruta de estrellas
porque aunque eso significase
perderlo de vista en una ternura diaria
hubiese dejado su naufragio en la orilla
Mal y tarde aprendí que jugó más 
de lo que tenía
y por no tener lo que no era,
no siguió jugando
Mi padre tenía un ritmo de jazz
en la yema de sus dedos
y un decir de tango 
en la comisura de sus labios
un reloj que le robaba el tiempo, 
y libros y música que se lo devolvían 
entre guiños
Mi padre tenía una hija que dolía el no saber
cómo bajar de sus rodillas
y volver a subirse convertida en mujer
Mi padre era su tocadisco llevándolo lejos
una música sin compañera
que no podía verlo
A veces, miro los hombres que naufragan 
en bares, en silencios, en  una cofradía 
de palabras que no dicen, 
en una espiral de ternura y besos regateados,
y me duelen:
vuelvo a ver esa niña,
la misma que dolía
porque no pudo ayudarlo


Todas las noches dejo, al borde de la tibieza, una ciudad que habito entre sombras. Repaso sus calles por última vez, con los ojos cerrado...