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Dos gotas en mi ombligo son una cuna de nácar,
un mar para tu lengua y un brillo de plata;
se iluminan entre notas, tus manos en mi cintura
y unos labios que recorren la llanura de mi espalda
Hay ríos que son de plata,
otros de oro o de nácar:
el que imagino a tus pies desbordando mi espacio
tiene el aroma del verano
en mis árboles de niña
tiene una campana en el medio de un bosque
y las aguas de cristal de aguamarina
Es apenas una gota de agua en mi ombligo, 
pero el vuelo atrevido de tu luz
me dió el coraje
y te veo, 
o te miro,
una vez,
 y otra vez, y otra,
nadando allí, en el mar de mi cintura





Todas las noches dejo, al borde de la tibieza, una ciudad que habito entre sombras. Repaso sus calles por última vez, con los ojos cerrado...