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Mis brazos devuelven al cielo
hasta el último pájaro que me prestó sus alas
De todo cuanto amé,
no me he quedado con nada
y aun así, tengo todo y más que entonces
Soy la dueña inexorable
de todo lo que se sabe pertenencia
por la única razón de leer 
el secreto lenguaje de la chispa
Nadie se engañe: 
la culpa nace sólo de lo que no se hace
No alcanza el entusiasmo de la luz de una mañana:
ninguna será tan luminosa como la que se pierde
y se sabe perdida,
y queda en mi plexo, tan profunda y poderosa
como un barco en altamar
tan musical y libre,
con el único norte de su sonido
y como mascarón de proa 
la épica de mi corazón al galope 
navegando siempre en océanos de alas



Todas las noches dejo, al borde de la tibieza, una ciudad que habito entre sombras. Repaso sus calles por última vez, con los ojos cerrado...