y caracoles con sonidos furiosos
A veces, despierto con la misma luz
que la casa regalaba en la mañana
Llevo un puñado de piedras
que viven cantándome sus letras
y sé que hay en mis sueños
el mismo espacio con gotas de guayaba
que me regalaba el Malecón
A veces acaricio esa arena, sus voces,
los colores claros de un mar furibundo
Miro y toco sus pliegues
como se acaricia a un animal dormido...
y sé que hay un lugar en mi mundo
que guarda luminoso su nombre y su espacio
Sobre el mar de su cielo y bajo esas estrellas
vuelvo,
sola,
cada noche que necesito
el calor de un amigo